Conversación

     Sabía que deseaba hablar con alguien, su tristeza era espesa, sus manos se aferraban una a la otra como la boca de un infante al pezón de su madre, me hablaba con sus ojos ante la desobediencia de su boca. Por varios minutos dudé en acercarme y saludarlo, pero mi corazón no resistía el llamado de Dios, debía socorrerlo …
     En menos de diez minutos me contó toda su vida, toda su trágica vida, realmente hoy le he dado una resignificacíon al dolor, al conjunto del dolor físico con el dolor de los sentidos, a ese dolor fiel que se aferra a nosotros como la piel

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